Lo que casi todo el mundo hace mal tras una ruptura

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    ¿Sabes cuál es el error más común cuando intentamos superar una ruptura?

    Creer que lo que tenemos que hacer es pasar página cuanto antes.

    Te dices: “hay que soltar”, “olvidar”, “seguir adelante”.

    Y, sin embargo, muchas veces ese intento de avanzar rápido es justo lo que más nos bloquea porque,

    sin darte cuenta, empiezas a interrumpir el proceso natural del duelo.

    De la misma manera que cuando un familiar fallece necesitas un proceso para elaborar la pérdida,

    también necesitas elaborar la pérdida de la relación y todo lo que significó para ti.

    Tú, como cualquier persona, estás preparada de serie para afrontar las pérdidas.

    Tienes la capacidad de pasar el duelo sin mayor complicación, de forma natural.

    A tu manera, a tu ritmo, vas a superar la ruptura… a no ser que —sin darte cuenta— interrumpas ese proceso.

    Si intentas forzarlo, ya no es natural, y te enganchas a la persona que te dejó.

    Entonces la ruptura se convierte en un drama.

    Imagina un río en el que las aguas van por su cauce y, de forma natural, siguen su curso.

    Descienden de las montañas y llegan hasta el mar.

    Si quisieras empujarlas, no funcionaría, ¿verdad?

    Y si aun así te empeñaras en hacerlo, con ayuda mecánica, lo más que podrías conseguir es que parte del agua se desbordara…

    y tú te agotaras.

    Entonces, ¿qué hace que quieras pasar página tan rápido?

    La dificultad de sostener el dolor y las limitaciones que tú, yo, cualquiera tiene a la hora de gestionar emociones como: 

    la tristeza, la ira, el miedo 

    y los sentimientos asociados:  abandono, rechazo, desconfianza en ti y en la vida

    Cuando duele la pérdida y sientes una emoción difícil, tu mente se agita y se disparan los pensamientos.

    Aparecen preguntas como: “¿Por qué me dejó?” “¿Qué hice mal?”

    Rápidamente se activan creencias que ya estaban dentro de ti y que se intuyen en esas preguntas.

    Si te preguntas “¿por qué me dejó?”, vas a buscar una respuesta en algo tuyo.

    Si te preguntas “¿qué hice mal?”, quizá creas que tienes que hacerlo bien para estar en pareja.

    O puede que tengas una creencia aún más profunda, algo como:

    “Si lo hago bien, me querrán.”

    Y entonces se dispara una percepción sobre ti misma que hunde tu autoestima: 

    “Soy mala pareja.”  “No soy suficiente.” “No soy merecedora de amor.”

    El dolor aumenta y ya no es solo el de la pérdida.

    Las emociones difíciles se vuelven más intensas.

    Tu proceso de duelo se interrumpe —como decía al principio— y tú te estancas, sufres y no avanzas.

    Sin duda, quieres salir de esta situación, quieres hacer algo y buscas una solución:  huir hacia adelante

     “un clavo saca a otro clavo”.

    O volver hacia atrás:  sigues a tu ex por redes, le escribes, o incluso vuelves con esa persona.

    A veces sale bien… pero son las menos.

    Podría ponerte ejemplos de personas a las que acompaño, pero prefiero hablarte de mí.

    He tenido tres relaciones en las que me enganché de la misma manera.

    Después de cada ruptura, cuando aparecía el dolor, la tristeza, el miedo, el enfado

    y esas tardes de domingo en las que la melancolía se te pega al cuerpo…

    yo no sabía sostener ni gestionar nada de eso.

    Entonces hacía lo mismo una y otra vez: 

    Buscar a la otra persona, volver a escribirle, pedir perdón, proponer “intentarlo otra vez”

    Y… volvíamos.

    Pasado un tiempo, volvíamos a separarnos.

    Y después, otra vez el enganche.

    Relaciones intermitentes, de ida y vuelta, que en el fondo yo sabía —desde el principio— que no iban a ningún sitio.

    Porque hay algo muy profundo en nosotros que siempre sabe la verdad, aunque no queramos escucharla.

    Yo sabía que aquella relación no tenía recorrido… y aun así repetía el ciclo.

    ¿El resultado?

    Tiempo perdido. Mucho.

    Años enganchado a una relación cuyo final ya conocía.

    Pero aprendí a sostener, a gestionar, a sentir lo que necesitaba sentir y a romper creencias falsas que me limitaban.

    Y tuve más rupturas y pasé más duelos pero no me robaron el tiempo,

    no me enganche a ellas ni las sufrí más allá de lo necesario. 

    Así que aprovecha la ruptura para descubrir tus trampas 

    Fíjate en cuál es tu dificultad para sostener el dolor.

    Qué emoción te resistes a sentir.

    Qué pensamientos te asaltan cuando aparece.

    Cuál es el “titular” de esos pensamientos.

    Qué creencia hay detrás sobre las relaciones y —más importante aún— sobre ti misma.

    Escríbelas.

    Cuestiónalas.

    Date cuenta de tus límites y contacta con la parte de ti más auténtica, donde está tu verdad.

    Pasa más tiempo allí.

    Y si necesitas acompañamiento para avanzar tras la ruptura,

    pero avanzar de verdad, aprendiendo a conocerte y a gestionar tus limitaciones

    puedo ofrecerte una entrevista gratuita de 20 minutos por videoconferencia.

    Me cuentas, te cuento y ves si este enfoque es para tí.

    Sin prisas y sin presiones. No vendo nada a quien no quiere comprar.   


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