¿Si no dejas de pensar en tu ex, sigues dándole vueltas a la ruptura y te preguntas una y otra vez ¿Por qué no puedo pasar página?, lo que te está pasando tiene un nombre: Gestalt inconclusa.
Sí, el nombre suena raro, pero en cuanto te lo explique entenderás lo que te pasa y también el por qué diste demasiado en la relación hasta olvidarte de ti.
Para saber qué es una Gestalt inconclusa, primero hay que tener claro qué es una Gestalt. Se le llama Gestalt a la percepción de una experiencia vital y de ti misma dentro de ella. Es la configuración total que se forma en ti a partir de lo que te pasa, los sentimientos que eso te produce y el significado que eso tiene para ti.
Toma el nombre de la Psicología de la Gestalt, que estudió la forma en la que las personas percibimos la realidad y a nosotros mismos. Este conocimiento, entre otros, se aplicó al desarrollo personal creando lo que conocemos como Terapia Gestalt, creada por Fritz Perls.
Tu vivencia de la ruptura de pareja es una Gestalt y está formada por todo lo que he dicho antes y, además, otro concepto de la Psicología de la Gestalt: la figura y el fondo, que traducido a palabras más habituales son el consciente y lo inconsciente.
Es como cuando ves una foto: te fijas en el primer plano y luego ves el paisaje del fondo, solo que este es como si estuviera borroso, no se ve claramente y resulta inquietante. Tiene que ver con recuerdos y sentimientos del pasado.
Estos dos elementos se contrastan, condicionando la Gestalt: la forma en que tú vives la ruptura. Por ejemplo, en tu ruptura puedes ser muy consciente del dolor, de la tristeza… y también sentir algo más confuso, como un miedo a quedarte sola o una sensación de abandono que no sabes de dónde viene.
Esos sentimientos más difusos, que te remueven sin entender del todo por qué, forman parte de lo que se llama el fondo o el inconsciente.
Sé que me estoy poniendo un poco técnico; espero que este ejemplo te ayude a conectarlo con lo que estás viviendo, porque esto va de ti y de que esto te ayude a entender lo que sientes y el por qué estás como estás.
Cuando pasamos por una ruptura brusca de pareja suceden muchas cosas a distintos niveles: hay palabras que decimos y otras que nos callamos; sentimientos que expresamos y otros que reprimimos; pensamientos que formulamos claramente y otros que apenas nos atrevemos a reconocer; sensaciones corporales que percibimos y otras que escondemos.
Por ejemplo, si experimentas enfado puede que lo expreses y reprimas la tristeza o al revés. Puede que digas muchas cosas que quieras decir y muchas otras te las calles. O puede que tengas el impulso de separarte cuanto antes y eso impida que expreses lo que necesitabas expresar. O simplemente que no puedas tener ni el espacio, el tiempo o la capacidad para elaborar un impacto tan fuerte en tu vida.
El conjunto forma una Gestalt que se percibe en tensión e inestabilidad, con malestar e incluso bloqueo. El inconsciente y el consciente pugnan entre sí.
El primero emerge cuando la vida te pone en situación de recordar la relación —un objeto común, un lugar, música o película que evoque a la persona—; por su parte, el consciente se ve superado por aquello que no comprende, por eso te debates entre querer entender o quitarte de la cabeza los recuerdos.
Esto es lo que se llama una Gestalt inconclusa.
Pero… ¿por qué el inconsciente, la parte de ti desconocida y oculta, el fondo, tiene ese impulso por salir?
¿Por qué esos recuerdos te torturan? La explicación está en lo inconcluso de la Gestalt.
Cuando digo inconcluso es obvio que estamos hablando de algo que no se ha concluido, no ha tenido un final, no un final cualquiera —ese ya lo has tenido en la ruptura—, sino un final satisfactorio, en paz.
Para que una persona quede en paz ha de satisfacer sus necesidades y en una ruptura quedan varias sin atender: la necesidad de decir todo lo que necesitas decir; la necesidad de sentir todo lo que sientes sin reprimirte; la necesidad de que todo esto tenga un sentido para ti y sea una experiencia de la que te lleves un aprendizaje; y, por último, la necesidad de cerrar la historia vivida y poder avanzar hacia nuevas experiencias.
Si alguna de estas necesidades (casi siempre varias, pues van ligadas) no está satisfecha, la Gestalt queda inconclusa.
Esto tiene un lado bueno y un lado malo.
Lo malo es que, si no se elabora y se concluye la Gestalt, el organismo no queda en armonía y, aunque el tiempo puede calmarte por el simple hecho de que esta situación cansa, desgasta y necesitas descansar, puedes encontrarte en una nueva relación y sentir que, sin saber cómo, estás volviendo a vivir lo mismo aunque te repetiste a ti misma que no te volvería a pasar.
Esto ocurre porque la Gestalt inconclusa no ha sido resuelta y continúa activa, reclama ser atendida y te sorprendes repitiendo viejos patrones de conducta ya conocidos, aunque, paradójicamente, como nuevas oportunidades para la conclusión de la Gestalt.
Esto explica la frase que escucho muchas veces en personas como tú y que citaba al principio: «Di demasiado, me olvidé de mí en la relación». Y darse cuenta de ello ya es un gran avance, abre la puerta a soltar esos patrones.
Porque la Gestalt inconclusa puede venir de antiguo, generalmente de la infancia y la adolescencia, de la relación con papá y mamá, donde aprendiste a relacionarte en pareja más para satisfacer al otro que a ti misma y quedaron, por tanto, muchas necesidades propias sin cubrir o cubiertas a medias.
Dicho en términos más crudos, una Gestalt inconclusa es como una herida mal curada que, cuando la tocas, sigue abierta y duele. Una herida que necesita ser curada y cerrada.
Pero vamos con lo bueno, que es mucho.
Y lo bueno es que cada vez que pasas por una ruptura dolorosa o una relación tóxica es una oportunidad para ser consciente de tus necesidades y atenderlas. Lo bueno también es que se trata de una oportunidad para relacionarte contigo.
Y lo mejor: no necesitas de la persona con quien te relacionaste para concluir la Gestalt, pues, si te has dado cuenta, he hablado siempre de necesidades tuyas y, por tanto, las puedes atender tú.
Dicho también más crudamente, tú puedes concluir la Gestalt y cuidar de tus heridas hasta cicatrizarlas.
Ejercicio: Sanando heridas
Vamos a dar un primer paso para concluir la Gestalt integrando sus partes: la figura y el fondo.
Para ello emplearemos la forma más innovadora que propuso la Terapia Gestalt y que no se emplea mucho en otras disciplinas de la psicología: el poder de nuestra imaginación y, sobre todo, la sabiduría de nuestro cuerpo.
Busca un lugar tranquilo en el que puedas estar cómoda, sola y no tener interrupciones. Siéntate con una libreta y un bolígrafo. Cierra los ojos durante un par de minutos, respira hondo y profundo y deja que tu cuerpo se relaje.
Este ejercicio puede removerte. Tómalo con calma, hazlo poco a poco y solo si te sientes preparada. Si en algún momento necesitas parar, hazlo. Estás cuidándote.
Te propongo que recuerdes la vivencia de la ruptura. Cierra los ojos y deja que llegue a ti el recuerdo más significativo, más doloroso o más confuso que tengas de esa etapa. No lo fuerces, deja que aparezca.
Una vez lo tengas, descríbelo con detalle en la libreta: ¿Dónde estás? ¿Qué está pasando? ¿Cómo está pasando? ¿Qué dices y qué haces?
Quédate con el momento más significativo de ese recuerdo y revívelo. Puedes colocarte en la misma posición corporal en la que te encontrabas —de pie, sentada, caminando o como estuvieras— y, cerrando los ojos, rememorar la escena.
Observa tus reacciones corporales en el momento que lo haces, pon atención en lo que sientes, en el impacto que tiene en tu cuerpo revisitar lo vivido. Puedes sentir calor, frío, rigidez, presión, tensión, en algunas zonas de tu cuerpo más que en otras.
Al mismo tiempo, tu mente puede que se acelere y que percibas una voz interior que te dice qué has de pensar, qué has de sentir o qué has de hacer; si es así, intenta captar esas frases como titulares.
Pon atención en el impulso que te sale vivenciando este recuerdo. ¿Tu cuerpo te pide moverte o todo lo contrario? ¿Hacia dónde te moverías? ¿Atrás, adelante, hacia abajo, como si te hicieras pequeña? Observa y registra este impulso.
¿De qué te das cuenta poniendo atención en todos estos aspectos de tu vivencia? Eso es lo que es figura: es de lo que eres consciente.
Ahora, intentemos ir al fondo, al inconsciente.
Para esta parte, mejor que estés sentada. Cierra los ojos y vuelve al recuerdo, y céntrate en aquello que más ha impactado en tu cuerpo al recordar la escena del pasado.
Si, por ejemplo, ha sido que reviviendo la escena has sentido una presión en el pecho, has percibido que tu cuerpo se encogía e incluso sentías el impulso como de venirte abajo, quédate con eso.
Pon tu mano en el lugar de tu cuerpo donde sientas la presión o lo que sea que sientas, exagera tu postura y pon atención en lo que sientes. Conecta con ello. Mira a dónde te lleva.
Observa si te vienen imágenes a tu mente y cómo son. Observa si escuchas a tu voz interior y qué te dice; si se resiste o te permite entrar, solo pon atención.
Permítete quedarte en este lugar de conexión y profundizar en él. Si te vienen a la cabeza palabras que le dan un significado a esta percepción más profunda, recógelas.
Puede que conectes con algo parecido al abandono, al rechazo o a algo profundo que te es familiar y viene de antiguo. Intenta poner atención y dejar que venga esa vivencia anterior.
Una pareja anterior, una relación que te marcó hace años o una escena de la infancia con tu padre, madre u otro familiar que te impactó y grabó en tu cuerpo esa vivencia.
Si es así, observa la escena y pon atención en aquello que te faltó cuando la viviste, en lo que necesitabas y no tuviste. Pueden ser cosas sencillas: un abrazo, unas palabras que te tranquilicen, un mensaje de apoyo o de confianza.
Sea lo que sea, utiliza tu otra mano para, simbólicamente, llevar a ese momento aquello que te faltó. Ponlo en esa mano que tienes libre y, lentamente, ponla encima de la mano que está en ese lugar de tu cuerpo.
Mientras lo haces, internamente, te dices a ti misma algo parecido a: Yo (tu nombre), hoy que soy adulta, me doy a mí misma aquello (lo que sea: abrazo, apoyo, etc.) que me faltó.
Respira profundamente mientras haces este ejercicio y siente cómo tu cuerpo recupera su postura. Puedes ponerte lentamente de pie y sentir tu cuerpo mientras amplías la respiración.
Permanece en esta postura el tiempo que necesites y, cuando lo decidas, finaliza el ejercicio lentamente escribiendo aquello con lo que conectaste y de lo que te diste cuenta con el ejercicio.
Este ejercicio es un primer paso para integrar figura y fondo. Es decir, para comenzar a concluir la Gestalt y cerrar la herida.
Y si sientes que necesitas ayuda para avanzar tras esta ruptura y redescubrirte, puedes pedirme una entrevista informativa gratuita de 20 minutos por videollamada. Hablaremos de tu caso concreto y podremos valorar trabajar juntos para ayudarte.
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